Jesús Rosales Valladares*
Politólogo
Desde que se celebró hace dos años el XX Aniversario del Año Internacional de la Familia, las Naciones Unidas han insistido sobre la importancia de que en cada país se impulsen políticas y programas que favorezcan la conciliación de la vida laboral con la vida familiar.
Y es que, en realidad, la conciliación del trabajo y la familia se ha convertido en la actualidad en una prioridad para las empresas, la sociedad, los Estados y, principalmente, las familias.
En las últimas décadas del siglo anterior y durante la primera del actual, las sociedades occidentales experimentaron cambios importantes en las dinámicas laborales y familiares. En efecto, modificaciones económicas, sociales, jurídicas, demográficas y políticas, entre otras, condujeron a que la mujer se incorporara paulatina pero sostenidamente al mundo laboral y profesional.
Aunque la incorporación de la mujer en las esferas sociales, laborales y profesionales ha sido altamente positiva, una de las consecuencias de este proceso también ha sido que los hijos (cuidados y atendidos durante mucho tiempo en sus hogares por parte principalmente de sus madres), han debido ahora dejarse en manos de parientes, servidoras domésticas o al cuidado de guarderías o centros de cuido.
Paralelamente al proceso experimentado por las mujeres en lo social, los hombres no se han incorporado al mundo doméstico de la misma manera. Esta circunstancia ha provocado, en consecuencia, que en las mujeres trabajadoras se recarguen jornadas y responsabilidades, tanto en lo laboral y profesional, como en lo doméstico.
Además, las mujeres jóvenes en particular, pero también los hombres jóvenes, se enfrentan a una encrucijada: si desean conformar una familia, sus proyectos profesionales y laborales se ven afectados o limitados. Si optan por el camino laboral y la formación profesional, sus opciones para conformar familia y tener hijos deberán postergarse. Esta es una de las razones por las que los jóvenes de la actual generación retrasan sus matrimonios y tienen pocos hijos (con las reducciones severas y sostenidas en los índices de fecundidad y natalidad). Existe un desequilibrio, una oposición, un conflicto, entre la vida laboral y la vida familiar de las personas.
Resulta claro, por lo anterior, que una conciliación del trabajo y la familia es necesaria y traería elevados beneficios para las familias, las empresas, la sociedad y el Estado.
Al respecto, la economista y experta en familia de la Universidad de Alcalá de Henares, María Crespo Garrido, señala que: "En el trasfondo de la conciliación está el derecho a la libertad de elección que debe imperar en las decisiones de todo hombre o mujer, así como la igualdad de oportunidades con la que todos deben acceder al mercado laboral. Es decir, los poderes públicos, las empresas privadas y, cada uno, en la medida de sus posibilidades, debería contribuir a la eliminación de aquellos obstáculos que impidan a las personas compatibilizar trabajo y vida personal, así como las dificultades que obligan, especialmente a las mujeres, a elegir entre una carrera profesional exitosa y la formación de una familia".
En este sentido, la conciliación corresponde entonces a la eliminación de los obstáculos existentes para que las personas puedan desarrollar tanto sus proyectos laborales y profesionales, como personales y familiares.
Las diversas instancias de la sociedad deben tomar en cuenta en estos procesos de conciliación, las características diferentes que tienen las familias. Es decir, las medidas o programas de conciliación no pueden aplicarse en las diversas empresas, sin tomar en cuenta si el o la trabajadora proviene de una familia monoparental, con hijos menores, si es una familia numerosa, con un miembro que enfrenta alguna discapacidad, entre otras.
Por otro lado, las medidas o programas de conciliación deben ajustarse a las características particulares de cada empresa u organización, según su tamaño, servicios que brinda, personal que posee, etc. Prácticas muy exitosas que han traído consigo grandes beneficios para todos han tenido que ver con la aplicación, por ejemplo, del teletrabajo, de horarios flexibles, jornadas mixtas, semanas laborales comprimidas, días para atención de asuntos familiares, guarderías, seguros médicos familiares, etc. Mucho de los aspectos fundamentales de la conciliación tienen que ver con el tiempo, lo cual significa que debe haber un cambio en la cultura empresarial respecto al tema del tiempo vinculado no tanto a la cantidad (antigua perspectiva) sino más bien a la calidad (nueva perspectiva). Este último aspecto es el que produce, a partir de la aplicación de la conciliación, una mayor satisfacción y productividad en los colaboradores de las empresas y, sobre todo, grandes beneficios para las familias y la sociedad.
Los estudios realizados en lugares donde se han establecido medidas de conciliación evidencian significativos beneficios para los diversos ámbitos implicados.
Para las empresas, se reduce el ausentismo laboral, aumenta la productividad, se disminuye la rotación de la planilla con las pérdidas del capital humano formado en la empresa (inversión en conocimiento y experiencia) y aumento del compromiso, identificación y lealtad del personal con relación a la empresa donde labora.
Para la sociedad, se empieza a revertir las reducciones en las tasas de natalidad (con sus consecuencias en lo fiscal y en la seguridad social), se detiene el proceso acelerado de envejecimiento de la población (con su incidencia en materia de costos por las pensiones, el cuidado y la atención a la salud de esta población en aumento), se reduce el tema de la pobreza vinculado a los hogares monoparentales, y aumentan las posibilidades de que las familias cumplan sus funciones naturales de cuidado, atención y educación de los menores y dependientes.
Finalmente, para las familias, la conciliación trabajo y familia reduce el estrés y las enfermedades derivadas tanto físicas como psíquicas entre los miembros del hogar, se reducen los conflictos familiares y los problemas laborales específicos de las mujeres (dificultades en el acceso al mercado de trabajo por primera vez, posibilidades de ascenso o reincorporación, disminución de la incidencia de la pobreza entre las mujeres), y reducción de los problemas específicos de los hijos en aspectos emocionales, físicos, educativos, etc.
Definitivamente la conciliación de la vida laboral y la vida familiar es uno de los temas de mayor relevancia en nuestro tiempo. No por casualidad se platea como prioridad en los foros internacionales que señalan los grandes desafíos del desarrollo sostenible del planeta a nivel económico, político, social y demográfico.
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