El atacante francés Antoine Griezmann cambió el rostro
de Francia con su entrada a la hora de juego en el duelo contra Albania
que el sistema elegido por el seleccionador, Didier Deschamps, había
enfangado para los anfitriones que solo pudieron reconducirlo en los
últimos minutos de partido.
El jugador del Atlético
de Madrid comenzó en el banquillo, algo que los internacionales galos no
parecen haber digerido bien, como se desprende de sus declaraciones al
final del encuentro.
Deschamps, decidido a que su
figura centre la atención de un equipo ya desprovisto estrellas
mundiales como Karim Benzema o Frank Ribéry, vio como prescindir también
de Griezmann y de Paul Pogba, sus dos jugadores con más caché, le pudo
costar caro.
No solo porque Francia jugó con fuego y a
punto estuvo de cosechar un vergonzoso empate contra la debutante
Albania, si no también porque su decisión puede haber creado alguna
fisura en el vestuario.
"Teníamos que haber jugado
así desde el inicio", aseguró el delantero Olivier Giroud, desesperado
por la sequía de balones con la que se topó el tiempo que estuvo en el
campo.
A la imagen del atacante del Arsenal, el
4-2-3-1 alineado por el seleccionador naufragó frente a los aguerridos
albaneses, que consiguieron bloquear las bandas, por donde ni Kingsley
Coman ni Antony Marthial, los preferidos a Griezmann y Pogba, pudieron
marcar diferencias.
El propio Deschamps reconoció que su planteamiento no fue bueno y que "creó desequilibrios en la recuperación".
"En el descanso había que cambiar", afirmó el influyente Blaise
Matuidi, que espantó toda crítica al entrenador, aunque sus palabras
sonaban a descontento con sus decisiones.
En el
vestuario existe la convicción de que la entrada de Griezmann fue clave
para reactivar al equipo, que hasta entonces no había logrado ningún
tiro entre los tres palos.
El seleccionador repitió
en conferencia de prensa su discurso habitual: el grupo está por encima
de las individualidades. Nada le desvía de su credo, aunque parece que
el equipo le reclama un líder al que poder seguir, capaz de marcar la
diferencia cuando el colectivo no acierte a hacerlo.
Griezmann es, a sus 25 años el hombre perfecto para tener ese papel,
aunque eso ensombrezca un poco la figura del seleccionador.
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