16/12/15
En el Real Madrid lo ven como el reemplazo de Rafa Benítez.
Madrid/EFE
Zinedine
Zidane se ha convertido en centro de atención del madridismo, elegido
por la directiva que encabeza Florentino Pérez para ser el sucesor de
Rafa Benítez si no endereza el rumbo
del Real Madrid, con su mente centrada en el encuentro del sábado ante
el Talavera pero consciente de que una sorpresa del Rayo Vallecano
forzaría un salto para el que ya se siente preparado.
Zidane es una figura querida y respetada en el vestuario del Real Madrid. Cuenta con el afecto del presidente Florentino Pérez y la admiración de una directiva que lo fichó en el punto álgido de su carrera como futbolista y ha facilitado su crecimiento como entrenador.
No le permitió iniciarse en los banquillos lejos del club, en Francia, pese a las propuestas que recibió y en el momento en el que se vio preparado para ser primer entrenador, le entregó al Castilla con un alto nivel de empatía. La pasada campaña no se cumplió el objetivo del ascenso y nadie en el club dudó de su continuidad.
Su etapa como segundo de Carlo Ancelotti, el año de la conquista de la Décima, dejó una progresión como un entrenador que siempre estaba cerca del jugador. Su imagen ejercitándose en los rondos con la plantilla, incluso participando de algún partidillo, era habitual. Tanto como sus charlas en solitario con cada jugador. Conocedor como nadie del código del futbolista, su presencia aumentaba la complicidad ya existente del grupo con el primer entrenador, algo que no existe en el presente con Rafa Benítez y su equipo de trabajo.
Zidane es una figura querida y respetada en el vestuario del Real Madrid. Cuenta con el afecto del presidente Florentino Pérez y la admiración de una directiva que lo fichó en el punto álgido de su carrera como futbolista y ha facilitado su crecimiento como entrenador.
No le permitió iniciarse en los banquillos lejos del club, en Francia, pese a las propuestas que recibió y en el momento en el que se vio preparado para ser primer entrenador, le entregó al Castilla con un alto nivel de empatía. La pasada campaña no se cumplió el objetivo del ascenso y nadie en el club dudó de su continuidad.
Su etapa como segundo de Carlo Ancelotti, el año de la conquista de la Décima, dejó una progresión como un entrenador que siempre estaba cerca del jugador. Su imagen ejercitándose en los rondos con la plantilla, incluso participando de algún partidillo, era habitual. Tanto como sus charlas en solitario con cada jugador. Conocedor como nadie del código del futbolista, su presencia aumentaba la complicidad ya existente del grupo con el primer entrenador, algo que no existe en el presente con Rafa Benítez y su equipo de trabajo.
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