Sixto Porras
Director Regional de Enfoque a la Familia
La gratitud se
expresa con palabras, obsequios, detalles, amabilidad, afecto y de
cualquier forma que nos permita hacer sentir valorada a la otra persona.
Ser agradecido es un sentimiento y se traduce en una acción.
La gratitud es una de las características más nobles que pueden identificar a las personas. Es una virtud que todos debemos desarrollar porque nos acerca a los demás, y hace más agradable la convivencia.
La gratitud una vez que se ha convertido en un estilo de vida, porque se convirtió en un hábito, transforma a la persona en alguien generoso que aprecia hasta el más pequeño detalle.
La gratitud solo surge de un corazón humilde y suele alcanzarse cuando hemos desarrollado la habilidad de observar, reconocer y apreciar.
Un corazón agradecido no olvida ninguno de los beneficios que Dios le ha dado y brota de un corazón contemplativo que sabe apreciar el gesto amable de un extraño, la llamada de un amigo y la sonrisa de un niño.
La gratitud nos permite reconocer el amor, la bondad y los favores que vienen de la mano de Dios. Ser agradecido rejuvenece, renueva las fuerzas y arranca sonrisas.
Un corazón agradecido le otorga sentimientos nobles a las demás personas y protege sus emociones de la amargura, el resentimiento y la envidia.
Una persona agradecida siempre está satisfecha, porque ha aprendido a vivir con alegría en cualquier circunstancia.
Normalmente una persona agradecida ha enfrentado dificultades que le permiten ver la vida desde otra óptica y desprende de su interior la más noble de las emociones humanas. Es por eso que se debe de aprender a vivir con gratitud tanto en la abundancia como en la escasez. Es valorar cuando se tiene mucho como cuando también se tiene poco y apreciar la generosidad de las personas.
No se necesita tener mucho para ser agradecido, solo se requiere un corazón humilde y sensible. La gratitud, nos convierte en personas más compasiva y bondadosas.
Una persona agradecida normalmente es alguien positiva, experimenta una profunda paz, no tiene altas expectativas de las personas, presenta sus necesidades delante de Dios, y aprende a apreciar hasta el más pequeño detalle.
Debemos dar gracias siempre, si lo interiorizamos lo podemos convertir en un hábito, y es cuando ser agradecido se convierte en un estilo de vida.
La gratitud tiene un poder mágico en las personas y expresa respeto, aprecio, alegría y realización.
La gratitud propicia un ambiente familiar más feliz, relajado y agradable.
Es fundamental que seamos siempre agradecidos, que demos gracias por todo y a todos, porque da valor a la vida y sentido a lo que hacemos y tenemos.
La gratitud es un hábito que debe estar siempre presente en medio de la familia, porque una familia agradecida valora como incalculable aquello que se tiene.
Una familia sin gratitud y bondad es aquella que esta propensa a un clima de hostilidad y conflicto, donde se dan órdenes, se reprime constantemente, se exige y en la que sus miembros se valoran muy poco.
En un hogar sin gratitud hay enojo, decepción y dolor; pero al hacer prevalecer la gratitud, surge la posibilidad de trabajar en equipo más fácilmente, la comunicación es agradable y hay más aprecio.
¿Qué nos impide ser agradecidos?
Lo opuesto a agradecer es reclamar, imponer, exigir y demandar; esto produce falta de aprecio por aquello que se tiene e incluso por quienes están cerca de nosotros. De esta manera, la vida se vuelve insípida, sin sentido, nada está bien y nada nos satisface.
Esta virtud hace que lo pequeño sea grande y lo que hay sea suficiente. No tenemos otro camino, nacimos para ser agradecidos con Dios y con las personas que amamos.
Sin embargo, esto no significa desconocimiento o insensibilidad a los momentos difíciles, de dolor o sufrimiento que puedan experimentar las personas y familias. Tomando en cuenta las adversidades y obstáculos, se debe tener la convicción de que hay esperanza y posibilidades para vivir tiempos mejores. Aún en la oscuridad de los momentos difíciles, se debe recurrir a Dios procurando fortaleza y ánimo para salir adelante, siempre agradeciendo su amor y misericordia.
La gratitud es una emoción positiva que surge cuando nos concentramos en las cosas buenas y trascendentes de la vida y en el lado positivo de la experiencia.
Para ser agradecidos tenemos que detenernos para contemplar, apreciar y valorar lo que nos rodea, las personas y los detalles. Para lograrlo se requiere tener la actitud correcta.
Estar consciente de lo que nos ocurre y tomar un momento para reflexionar sobre lo que estamos experimentando, es lo que nos permite ser agradecidos y sentirnos afortunados por lo que somos, vivimos y tenemos.
La gratitud es una de las características más nobles que pueden identificar a las personas. Es una virtud que todos debemos desarrollar porque nos acerca a los demás, y hace más agradable la convivencia.
La gratitud una vez que se ha convertido en un estilo de vida, porque se convirtió en un hábito, transforma a la persona en alguien generoso que aprecia hasta el más pequeño detalle.
La gratitud solo surge de un corazón humilde y suele alcanzarse cuando hemos desarrollado la habilidad de observar, reconocer y apreciar.
Un corazón agradecido no olvida ninguno de los beneficios que Dios le ha dado y brota de un corazón contemplativo que sabe apreciar el gesto amable de un extraño, la llamada de un amigo y la sonrisa de un niño.
La gratitud nos permite reconocer el amor, la bondad y los favores que vienen de la mano de Dios. Ser agradecido rejuvenece, renueva las fuerzas y arranca sonrisas.
Un corazón agradecido le otorga sentimientos nobles a las demás personas y protege sus emociones de la amargura, el resentimiento y la envidia.
Una persona agradecida siempre está satisfecha, porque ha aprendido a vivir con alegría en cualquier circunstancia.
Normalmente una persona agradecida ha enfrentado dificultades que le permiten ver la vida desde otra óptica y desprende de su interior la más noble de las emociones humanas. Es por eso que se debe de aprender a vivir con gratitud tanto en la abundancia como en la escasez. Es valorar cuando se tiene mucho como cuando también se tiene poco y apreciar la generosidad de las personas.
No se necesita tener mucho para ser agradecido, solo se requiere un corazón humilde y sensible. La gratitud, nos convierte en personas más compasiva y bondadosas.
Una persona agradecida normalmente es alguien positiva, experimenta una profunda paz, no tiene altas expectativas de las personas, presenta sus necesidades delante de Dios, y aprende a apreciar hasta el más pequeño detalle.
Debemos dar gracias siempre, si lo interiorizamos lo podemos convertir en un hábito, y es cuando ser agradecido se convierte en un estilo de vida.
La gratitud tiene un poder mágico en las personas y expresa respeto, aprecio, alegría y realización.
La gratitud propicia un ambiente familiar más feliz, relajado y agradable.
Es fundamental que seamos siempre agradecidos, que demos gracias por todo y a todos, porque da valor a la vida y sentido a lo que hacemos y tenemos.
La gratitud es un hábito que debe estar siempre presente en medio de la familia, porque una familia agradecida valora como incalculable aquello que se tiene.
Una familia sin gratitud y bondad es aquella que esta propensa a un clima de hostilidad y conflicto, donde se dan órdenes, se reprime constantemente, se exige y en la que sus miembros se valoran muy poco.
En un hogar sin gratitud hay enojo, decepción y dolor; pero al hacer prevalecer la gratitud, surge la posibilidad de trabajar en equipo más fácilmente, la comunicación es agradable y hay más aprecio.
¿Qué nos impide ser agradecidos?
- Creer que las personas están en deuda con nosotros.
- El orgullo.
- La vanidad.
- El egocentrismo.
- La amargura.
Lo opuesto a agradecer es reclamar, imponer, exigir y demandar; esto produce falta de aprecio por aquello que se tiene e incluso por quienes están cerca de nosotros. De esta manera, la vida se vuelve insípida, sin sentido, nada está bien y nada nos satisface.
Esta virtud hace que lo pequeño sea grande y lo que hay sea suficiente. No tenemos otro camino, nacimos para ser agradecidos con Dios y con las personas que amamos.
Sin embargo, esto no significa desconocimiento o insensibilidad a los momentos difíciles, de dolor o sufrimiento que puedan experimentar las personas y familias. Tomando en cuenta las adversidades y obstáculos, se debe tener la convicción de que hay esperanza y posibilidades para vivir tiempos mejores. Aún en la oscuridad de los momentos difíciles, se debe recurrir a Dios procurando fortaleza y ánimo para salir adelante, siempre agradeciendo su amor y misericordia.
La gratitud es una emoción positiva que surge cuando nos concentramos en las cosas buenas y trascendentes de la vida y en el lado positivo de la experiencia.
Para ser agradecidos tenemos que detenernos para contemplar, apreciar y valorar lo que nos rodea, las personas y los detalles. Para lograrlo se requiere tener la actitud correcta.
Estar consciente de lo que nos ocurre y tomar un momento para reflexionar sobre lo que estamos experimentando, es lo que nos permite ser agradecidos y sentirnos afortunados por lo que somos, vivimos y tenemos.
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