Jesús Rosales Valladares-Enfoque a la Familia
Politólogo
Sentirse
enamorado es una de las experiencias más hermosas por las que puede
pasar un ser humano. Con el amor se producen sentimientos maravillosos,
pasiones intensas, ilusiones refrescantes, deseos agradables e intereses
genuinos. Todo esto está muy bien, es hermoso, motivador, gratificante
y renovador; pero hay que ponerlo en la perspectiva correcta, en un
proceso de convivencia a corto, mediano y largo plazo.
La primera fase del enamoramiento parece caracterizarse, en la mayoría de los casos, por compartir vivencias bastante agradables y estables. En esta fase se da el acercamiento inicial, la atracción, el mostrarse cada quien con la mejor versión de sí mismo. Todo pareciera estar bien, aún las molestias, defectos e incomodidades que pudiesen aparecer, se suelen minimizar y justificar. Existe un deseo de que las cosas salgan bien, aunque ello conduzca a reducir importancia o disimular algunas situaciones que pudiesen desagradar.
Conforme la relación se intensifica y avanza, empiezan a aparecer las verdaderas características -con sus cualidades y debilidades- de cada uno. Es aquí donde conviene estar muy atentos para tomar decisiones respecto a si queremos o no enamorarnos de una persona que empezamos a observarla en su verdadera dimensión, sin maquillajes ni decoraciones que eclipsen su esencia natural.
Muchas veces se cree que esos defectos, actitudes o comportamientos desagradables pueden desaparecer "mágicamente" con el tiempo, y se prosigue con la relación sin dialogar y valorar adecuadamente el peso de estas situaciones hacia el futuro.
¿Es posible escoger de quién enamorarnos?
El amor es un sentimiento que crece con el tiempo y con el compartir cotidiano. Pero el amor es también una decisión inteligente, que implica voluntad y compromiso. Desde esta perspectiva, se puede escoger bien a la persona de quien enamorarse.
Una persona que no sume si no que reste, que limite el desarrollo de las capacidades del otro, que procura imponerse sobre su pareja, que le reduzca su libertad e iniciativa, que le cuestione constantemente y le pretenda cambiar sus esencia natural, que le reproche de manera permanente, que desconfíe y le descalifique, no es alguien que valga la pena y de quien conviene enamorarse.
Una persona así, por más atractiva que pareciera al inicio, solo traería con el tiempo grandes dificultades y malas experiencias. Es mejor detenerse y decidir re-orientar su camino porque, de no hacerlo a tiempo, las consecuencias emocionales y afectivas podrían ser mayores.
Se requiere mente clara, convicción y amor propio para terminar a tiempo con relaciones que son dañinas y tóxicas. Las personas que no detienen en el momento este tipo de relaciones, pueden terminar muy lesionadas con vínculos de co-dependecia, de manipulación emocional, con inseguridades, baja autoestima y sometidas a violencia integral. Mentes obnubiladas por enamoramientos equivocados devienen en afectaciones muy severas y crónicas a nivel personal y de convivencia.
Por el contrario, una persona puede saber que está con la pareja adecuada cuando ésta logra apoyarla e impulsarla para ser cada día alguien mejor, cuando se siente siempre animada, inspirada, respetada y respaldada por su pareja. Una persona puede escoger enamorarse de otra cuando en el balance objetivo de virtudes y defectos, el resultado es siempre favorable y está respaldado no por expectativas y promesas ilusorias, si no por hechos y realidades palmarias y evidentes.
Aunque el enamoramiento inicia con una atracción e interés por aspectos externos y aparentes que posee la otra persona, el paulatino conocimiento y el gradual acercamiento pueden y deben permitir realizar una adecuada lectura de la relación. Cada uno debe ser capaz de identificar las razones por las que vale la pena enamorarse.
Cuando una persona con la que se comparte un sentimiento, un interés común y un proyecto de vida, brinda respaldo e inspira a su pareja a cumplir sus sueños y metas, a ser mejor persona y a crecer por sí misma, a tenderle la mano si tropieza o cae, es la persona correcta de quien vale la pena enamorarse.
No hay como estar enamorado de quien apoya, impulsa e inspira. Por supuesto que alguien así espera ser correspondido en una relación que igualmente le proporcione ese apoyo, impulso e inspiración. Debe ser un vínculo sustentado en la reciprocidad amorosa, la cual brinda seguridad, confianza y crecimiento a la pareja.
En este punto, conviene señalar que no hay relación perfecta, no se puede hablar de una convivencia desprovista de dificultades y problemas que se deben enfrentar en algunos momentos de la vida. No se puede tener la expectativa de enamorarse de alguien perfecto. Pero cuando el vínculo de pareja está afianzado en un sólido fundamento de amor, donde priva la comprensión, el mutuo apoyo y el respeto, las posibilidades de enfrentar las adversidades y de crecer al lado de alguien que edifica y suma son inmensamente superiores.
Como se observa, el estar enamorado no puede ser un asunto que limite, obstaculice, procure cambiar radicalmente, manipular o controlar a la otra persona. Hay que enamorarse de la persona adecuada, y esto equivale a encontrar, acercarse y crecer al lado de alguien que acompañe, respalde, empuje e inspire… a lo largo de la vida.
La primera fase del enamoramiento parece caracterizarse, en la mayoría de los casos, por compartir vivencias bastante agradables y estables. En esta fase se da el acercamiento inicial, la atracción, el mostrarse cada quien con la mejor versión de sí mismo. Todo pareciera estar bien, aún las molestias, defectos e incomodidades que pudiesen aparecer, se suelen minimizar y justificar. Existe un deseo de que las cosas salgan bien, aunque ello conduzca a reducir importancia o disimular algunas situaciones que pudiesen desagradar.
Conforme la relación se intensifica y avanza, empiezan a aparecer las verdaderas características -con sus cualidades y debilidades- de cada uno. Es aquí donde conviene estar muy atentos para tomar decisiones respecto a si queremos o no enamorarnos de una persona que empezamos a observarla en su verdadera dimensión, sin maquillajes ni decoraciones que eclipsen su esencia natural.
Muchas veces se cree que esos defectos, actitudes o comportamientos desagradables pueden desaparecer "mágicamente" con el tiempo, y se prosigue con la relación sin dialogar y valorar adecuadamente el peso de estas situaciones hacia el futuro.
¿Es posible escoger de quién enamorarnos?
El amor es un sentimiento que crece con el tiempo y con el compartir cotidiano. Pero el amor es también una decisión inteligente, que implica voluntad y compromiso. Desde esta perspectiva, se puede escoger bien a la persona de quien enamorarse.
Una persona que no sume si no que reste, que limite el desarrollo de las capacidades del otro, que procura imponerse sobre su pareja, que le reduzca su libertad e iniciativa, que le cuestione constantemente y le pretenda cambiar sus esencia natural, que le reproche de manera permanente, que desconfíe y le descalifique, no es alguien que valga la pena y de quien conviene enamorarse.
Una persona así, por más atractiva que pareciera al inicio, solo traería con el tiempo grandes dificultades y malas experiencias. Es mejor detenerse y decidir re-orientar su camino porque, de no hacerlo a tiempo, las consecuencias emocionales y afectivas podrían ser mayores.
Se requiere mente clara, convicción y amor propio para terminar a tiempo con relaciones que son dañinas y tóxicas. Las personas que no detienen en el momento este tipo de relaciones, pueden terminar muy lesionadas con vínculos de co-dependecia, de manipulación emocional, con inseguridades, baja autoestima y sometidas a violencia integral. Mentes obnubiladas por enamoramientos equivocados devienen en afectaciones muy severas y crónicas a nivel personal y de convivencia.
Por el contrario, una persona puede saber que está con la pareja adecuada cuando ésta logra apoyarla e impulsarla para ser cada día alguien mejor, cuando se siente siempre animada, inspirada, respetada y respaldada por su pareja. Una persona puede escoger enamorarse de otra cuando en el balance objetivo de virtudes y defectos, el resultado es siempre favorable y está respaldado no por expectativas y promesas ilusorias, si no por hechos y realidades palmarias y evidentes.
Aunque el enamoramiento inicia con una atracción e interés por aspectos externos y aparentes que posee la otra persona, el paulatino conocimiento y el gradual acercamiento pueden y deben permitir realizar una adecuada lectura de la relación. Cada uno debe ser capaz de identificar las razones por las que vale la pena enamorarse.
Cuando una persona con la que se comparte un sentimiento, un interés común y un proyecto de vida, brinda respaldo e inspira a su pareja a cumplir sus sueños y metas, a ser mejor persona y a crecer por sí misma, a tenderle la mano si tropieza o cae, es la persona correcta de quien vale la pena enamorarse.
No hay como estar enamorado de quien apoya, impulsa e inspira. Por supuesto que alguien así espera ser correspondido en una relación que igualmente le proporcione ese apoyo, impulso e inspiración. Debe ser un vínculo sustentado en la reciprocidad amorosa, la cual brinda seguridad, confianza y crecimiento a la pareja.
En este punto, conviene señalar que no hay relación perfecta, no se puede hablar de una convivencia desprovista de dificultades y problemas que se deben enfrentar en algunos momentos de la vida. No se puede tener la expectativa de enamorarse de alguien perfecto. Pero cuando el vínculo de pareja está afianzado en un sólido fundamento de amor, donde priva la comprensión, el mutuo apoyo y el respeto, las posibilidades de enfrentar las adversidades y de crecer al lado de alguien que edifica y suma son inmensamente superiores.
Como se observa, el estar enamorado no puede ser un asunto que limite, obstaculice, procure cambiar radicalmente, manipular o controlar a la otra persona. Hay que enamorarse de la persona adecuada, y esto equivale a encontrar, acercarse y crecer al lado de alguien que acompañe, respalde, empuje e inspire… a lo largo de la vida.
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