Jesús Rosales Valladares - Enfoque a la familia.
Politólogo
Desde hace más de
dos mil años, los filósofos griegos, principalmente Sócrates y
Aristóteles, le dieron contenido a la palabra "ética", derivada de
"ethos", definiéndola como el carácter, la conducta y el obrar
rectamente. La ética es la forma en que las personas actúan
correctamente, hacen el bien, y se desarrollan moralmente con acierto.
El escritor y filósofo colombiano, Jorge Yarce, señala que "Nada más urgente para la sociedad que contar con gente ética que obre en consecuencia con los dictados de su conciencia, orientada por los principios y valores naturales que guían el comportamiento humano, que impulsan a la persona a hacer el bien...". De este modo, la ética no es consecuencia de algo fortuito o casual, es algo que se adopta a partir de una enseñanza, adquirida con convicción y no por imposición.
La ética es tan antigua como la humanidad misma, y siempre encontramos en el comportamiento humano situaciones derivadas de la presencia o ausencia de ella. El comportamiento ético no significa que las personas actúen de acuerdo con las normas jurídicas, o que sean susceptibles a sanciones o castigos externos, se trata fundamentalmente de que sus comportamientos sean considerados como moralmente correctos.
Un ejemplo de cuando alguien falta a la lealtad, o a la verdad, o a la responsabilidad, con los amigos o en el trabajo, nadie podría señalarlo como una conducta ilícita, desde la perspectiva jurídica, y ese comportamiento quizás no tenga como consecuencia una sanción legal. Sin embargo, desde la conciencia personal o desde el reclamo de los afectados, se evidencia que la conducta no fue correcta. Es cuando se señala que tal comportamiento no fue ético.
Por eso es que la ética corresponde más a una construcción interior de la persona, a un estado de la conciencia, a un modo de pensar, de sentir...y sobre todo de actuar. Al respecto, el pensador alemán, Martín Heidegger, asumiendo la significación etimológica griega, señalaría que la ética es "el pensar que afirma la morada del hombre", algo que tiene que ver con el interior del hombre, con su alma.
El ser humano tiene fines que orientan su vida. En algunas ocasiones podrá lograrlos, en otras no; pero esos fines son como especies de guías que le dan sentido a su vida. En la esencia misma del ser humano está la búsqueda de la felicidad, y la clave para alcanzarla se encuentra en saber escoger los bienes -tangibles e intangibles- que lo harán conducirse hacia esa felicidad. El hacer el bien, el comportarse correctamente, es el camino adecuado para ese encuentro con la felicidad.
De igual manera, en su recorrido por la vida, el ser humano abrazará un conjunto de valores y principios que actuarán como fundamentos de su pensamiento y de su conducta. Si la persona hace del proceder ético un estilo de vida, sus valores y principios estarán en concordancia y armonía con su vida cotidiana.
Hay valores y principios que son esenciales para hacer el bien y para vivir con bienestar y felicidad. La mayoría de ellos están directamente derivados del reconocimiento del valor de la vida y de la dignidad del ser humano. La libertad, el respeto, la responsabilidad, la honestidad, la justicia, la solidaridad, entre otros, son valores que orientan al correcto comportamiento.
Ahora bien, la adopción de un comportamiento ético, la adquisición de ese conjunto de valores y principios orientadores de vida, no es producto de un destino casual y aleatorio. La enseñanza de la ética, los valores y principios es algo que debería recibir toda persona desde su propio hogar y desde los primeros años de su vida.
La familia es clave para la enseñanza y transmisión de valores a los hijos. Es en el seno del hogar donde se brindan las mayores oportunidades para la formación en valores. Es precisamente la familia la que está llamada a cumplir con una de sus funciones naturales fundamentales: la educación de los menores.
Sin embargo, este propósito formativo y educativo no puede ser cumplido sin que esos valores y principios que se van a transferir a los hijos, no sean parte de la vivencia cotidiana del propio hogar. Los valores no se enseñan de manera vertical, distante y formal; los valores se inspiran con el ejemplo, no con el decir sino con el actuar. Los menores más que escuchar, observan que el comportamiento de sus padres esté en correspondencia con lo que predican. Es aquí donde está la clave fundamental de la educación en el hogar, del proceder ético que podrá ser asumido por los hijos, de acuerdo con lo que han aprendido observando la vida de sus padres.
En el ámbito externo, las personas, incluidos los niños y adolescentes, se enfrentarán a situaciones que pondrán a prueba los fundamentos éticos que se posean. Los adversarios de la ética son la corrupción, la mentira, el engaño, el egoísmo, el individualismo, la deslealtad, la infidelidad, entre otros. El ser humano tiene la capacidad de distinguir entre lo correcto y lo que no lo es. De seguir o no el consejo de su conciencia, de lo que habita en el fondo de su alma. Pero la decisión que tome finalmente, la elección que realice frente a las diversas circunstancias, dependerá en mucho de la solidez de sus convicciones éticas y del blindaje que haya adquirido en el proceso de formación, crianza y educación en el hogar.
El propio Jorge Yarce señala también que "...todo valor es un bien que te perfecciona y que buscas expresarlo libre y conscientemente en comportamientos o acciones concretas que se conviertan en hábitos". Una pregunta vital que toda persona debería hacerse sería: ¿Cuáles son los valores que rigen su vida? Y de seguido, analizar objetivamente si su comportamiento cotidiano es congruente con ese conjunto de valores que se abrazan.
De este modo, empezando por la realidad personal, y continuando a nivel familiar y social, se podría estar trabajando por la formación de personas más éticas, alejadas de las inconsistencias entre lo que se piensa, lo que dice y lo que se hace. Quizás así, desde lo ético, se podría comprender mejor la famosa afirmación del físico, matemático y filósofo francés del siglo XVII, Bleise Pascal: "Si no actúas como piensas, terminarás pensando como actúas".
El escritor y filósofo colombiano, Jorge Yarce, señala que "Nada más urgente para la sociedad que contar con gente ética que obre en consecuencia con los dictados de su conciencia, orientada por los principios y valores naturales que guían el comportamiento humano, que impulsan a la persona a hacer el bien...". De este modo, la ética no es consecuencia de algo fortuito o casual, es algo que se adopta a partir de una enseñanza, adquirida con convicción y no por imposición.
La ética es tan antigua como la humanidad misma, y siempre encontramos en el comportamiento humano situaciones derivadas de la presencia o ausencia de ella. El comportamiento ético no significa que las personas actúen de acuerdo con las normas jurídicas, o que sean susceptibles a sanciones o castigos externos, se trata fundamentalmente de que sus comportamientos sean considerados como moralmente correctos.
Un ejemplo de cuando alguien falta a la lealtad, o a la verdad, o a la responsabilidad, con los amigos o en el trabajo, nadie podría señalarlo como una conducta ilícita, desde la perspectiva jurídica, y ese comportamiento quizás no tenga como consecuencia una sanción legal. Sin embargo, desde la conciencia personal o desde el reclamo de los afectados, se evidencia que la conducta no fue correcta. Es cuando se señala que tal comportamiento no fue ético.
Por eso es que la ética corresponde más a una construcción interior de la persona, a un estado de la conciencia, a un modo de pensar, de sentir...y sobre todo de actuar. Al respecto, el pensador alemán, Martín Heidegger, asumiendo la significación etimológica griega, señalaría que la ética es "el pensar que afirma la morada del hombre", algo que tiene que ver con el interior del hombre, con su alma.
El ser humano tiene fines que orientan su vida. En algunas ocasiones podrá lograrlos, en otras no; pero esos fines son como especies de guías que le dan sentido a su vida. En la esencia misma del ser humano está la búsqueda de la felicidad, y la clave para alcanzarla se encuentra en saber escoger los bienes -tangibles e intangibles- que lo harán conducirse hacia esa felicidad. El hacer el bien, el comportarse correctamente, es el camino adecuado para ese encuentro con la felicidad.
De igual manera, en su recorrido por la vida, el ser humano abrazará un conjunto de valores y principios que actuarán como fundamentos de su pensamiento y de su conducta. Si la persona hace del proceder ético un estilo de vida, sus valores y principios estarán en concordancia y armonía con su vida cotidiana.
Hay valores y principios que son esenciales para hacer el bien y para vivir con bienestar y felicidad. La mayoría de ellos están directamente derivados del reconocimiento del valor de la vida y de la dignidad del ser humano. La libertad, el respeto, la responsabilidad, la honestidad, la justicia, la solidaridad, entre otros, son valores que orientan al correcto comportamiento.
Ahora bien, la adopción de un comportamiento ético, la adquisición de ese conjunto de valores y principios orientadores de vida, no es producto de un destino casual y aleatorio. La enseñanza de la ética, los valores y principios es algo que debería recibir toda persona desde su propio hogar y desde los primeros años de su vida.
La familia es clave para la enseñanza y transmisión de valores a los hijos. Es en el seno del hogar donde se brindan las mayores oportunidades para la formación en valores. Es precisamente la familia la que está llamada a cumplir con una de sus funciones naturales fundamentales: la educación de los menores.
Sin embargo, este propósito formativo y educativo no puede ser cumplido sin que esos valores y principios que se van a transferir a los hijos, no sean parte de la vivencia cotidiana del propio hogar. Los valores no se enseñan de manera vertical, distante y formal; los valores se inspiran con el ejemplo, no con el decir sino con el actuar. Los menores más que escuchar, observan que el comportamiento de sus padres esté en correspondencia con lo que predican. Es aquí donde está la clave fundamental de la educación en el hogar, del proceder ético que podrá ser asumido por los hijos, de acuerdo con lo que han aprendido observando la vida de sus padres.
En el ámbito externo, las personas, incluidos los niños y adolescentes, se enfrentarán a situaciones que pondrán a prueba los fundamentos éticos que se posean. Los adversarios de la ética son la corrupción, la mentira, el engaño, el egoísmo, el individualismo, la deslealtad, la infidelidad, entre otros. El ser humano tiene la capacidad de distinguir entre lo correcto y lo que no lo es. De seguir o no el consejo de su conciencia, de lo que habita en el fondo de su alma. Pero la decisión que tome finalmente, la elección que realice frente a las diversas circunstancias, dependerá en mucho de la solidez de sus convicciones éticas y del blindaje que haya adquirido en el proceso de formación, crianza y educación en el hogar.
El propio Jorge Yarce señala también que "...todo valor es un bien que te perfecciona y que buscas expresarlo libre y conscientemente en comportamientos o acciones concretas que se conviertan en hábitos". Una pregunta vital que toda persona debería hacerse sería: ¿Cuáles son los valores que rigen su vida? Y de seguido, analizar objetivamente si su comportamiento cotidiano es congruente con ese conjunto de valores que se abrazan.
De este modo, empezando por la realidad personal, y continuando a nivel familiar y social, se podría estar trabajando por la formación de personas más éticas, alejadas de las inconsistencias entre lo que se piensa, lo que dice y lo que se hace. Quizás así, desde lo ético, se podría comprender mejor la famosa afirmación del físico, matemático y filósofo francés del siglo XVII, Bleise Pascal: "Si no actúas como piensas, terminarás pensando como actúas".
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