Jesús Rosales Valladares- Enfoque a la Familia
Politólogo
La mayoría de
padres y madres se esfuerzan por trasmitir buenas enseñanzas a sus
hijos. Quizás muchos no saben cómo hacerlo, pero tienen casi siempre la
intención de incidir positivamente en su proceso formativo.
Los padres procuran, desde las etapas más tempranas de sus hijos, enseñarles buenos hábitos, conductas y comportamientos, así como trasmitirles conocimientos y valores que consideran necesarios para sus vidas presentes y futuras.
Esta característica fundamental en padres responsables, se constituye, además, en una de las funciones indispensables e insustituibles de la familia, por lo que adquiere una relevancia fundamental para la sociedad.
La transmisión de enseñanzas, hábitos y valores se realiza mayormente a través del diálogo con los hijos. En efecto, una frecuente y adecuada comunicación entre padres e hijos hace posible que los aprendizajes se consoliden en el transcurrir del tiempo. Por eso es que los padres se esfuerzan constantemente en decirles a sus hijos cómo deben actuar, comportarse, hablar y decidir. Los padres en general utilizan mucho el recurso verbal para señalar medidas y normas, para advertir consecuencias y disposiciones disciplinarias, para afirmar o llamar la atención. El uso del diálogo es un conveniente aliado de los padres en el proceso formativo y educativo de sus hijos.
Pero si hay algo verdaderamente efectivo en el propósito de transmitir enseñanzas a los hijos es el propio ejemplo de los padres.
Los hijos escuchan a sus padres, ponen atención a las respuestas que brindan sus padres cuando se ha formulado una interrogante; pero más que escuchar, los menores observan el comportamiento de sus progenitores. Sus mentes están abiertas y alertas a mirar cómo actúan en realidad, cómo se comportan, qué hacen en el día a día. Y esto tiene para ellos un mayor impacto que las palabras que expresan sus padres.
Si los padres desean tener influencia en sus hijos, si procuran buenos hábitos y comportamientos en sus hijos, deben comenzar por ser ante todo buenos ejemplos. Si, por ejemplo, quieren que sus hijos no griten, deben ellos no gritar; si piden a sus hijos ser responsables, deben ser ellos responsables; si desean que sus hijos sean ordenados, ellos también lo deben ser; si les quieren enseñar a sus hijos a no mentir, ellos deben siempre actuar con la verdad. El ejemplo es la mejor y más efectiva forma de enseñar a los hijos.
El ejemplo es la coherencia que debe tener todo padre entre lo que dice y lo que hace. Esa coherencia cuando es observada por los hijos queda grabada en las mentes y corazones de los menores, porque aprenden a mirar a sus padres como personas consistentes, íntegras, creíbles y sólidas. Esta perspectiva es adquirida por los hijos y actuará como un blindaje ante factores externos y como un estilo de vida, aprendido de manera natural en el hogar.
De acuerdo con Tania García, experta española en educación con respeto y asesora de familia, los padres deben ser ante todo modelos ante sus hijos porque los menores serán, de alguna manera, lo que han aprendido en sus familias.
Como se ha señalado, para que los hijos no griten, los padres no deben gritar; para que los hijos aprendan a apreciar la lectura, los padres deben ser buenos lectores; para que aprendan a tomar buenas decisiones, hay que integrarlos desde pequeños a las decisiones familiares; para que no sea violento, los padres deben erradicar todo tipo de violencia del hogar; para que el hijo confíe en sus padres, éstos deben aprender a confiar en sus hijos; para que el hijo no descalifique, insulte o agreda, los padres no lo deben hacer con él; para que el menor aprenda a ser afectivo y pueda expresarse emocionalmente con besos y abrazos, sin importar la edad los padres deben ser siempre afectivos y cariñosos con sus hijos; para que el niño no crezca con miedos, los padres no deben educar a los hijos con base en miedos y amenazas; para que los hijos no emitan juicios de valor hacia los demás, los padres no deben juzgar a sus hijos; para que el hijo no etiquete a otras personas, el padre no debe etiquetar a sus hijos; para que un hijo no sea sumiso y pasivo, los padres no lo deben criar bajo la sumisión y obediencia insensata; para que los hijos disfruten de la vida y sean felices, los padres deben disfrutar la vida con sus hijos y mostrarles que son felices con ellos, a pesar de las circunstancias y factores externos que puedan enfrentar.
El ejemplo de los padres es fundamental y muchas veces hasta determinante para los hijos. Ellos también toman sus propias decisiones y escogen sus propios caminos con relativa autonomía, pero no hay duda de que el aprendizaje obtenido en el hogar a través de lo que sus padres le enseñaron con el ejemplo se constituye en un factor de primer orden a la hora de que realizan esas elecciones y toman esas decisiones.
Los padres procuran, desde las etapas más tempranas de sus hijos, enseñarles buenos hábitos, conductas y comportamientos, así como trasmitirles conocimientos y valores que consideran necesarios para sus vidas presentes y futuras.
Esta característica fundamental en padres responsables, se constituye, además, en una de las funciones indispensables e insustituibles de la familia, por lo que adquiere una relevancia fundamental para la sociedad.
La transmisión de enseñanzas, hábitos y valores se realiza mayormente a través del diálogo con los hijos. En efecto, una frecuente y adecuada comunicación entre padres e hijos hace posible que los aprendizajes se consoliden en el transcurrir del tiempo. Por eso es que los padres se esfuerzan constantemente en decirles a sus hijos cómo deben actuar, comportarse, hablar y decidir. Los padres en general utilizan mucho el recurso verbal para señalar medidas y normas, para advertir consecuencias y disposiciones disciplinarias, para afirmar o llamar la atención. El uso del diálogo es un conveniente aliado de los padres en el proceso formativo y educativo de sus hijos.
Pero si hay algo verdaderamente efectivo en el propósito de transmitir enseñanzas a los hijos es el propio ejemplo de los padres.
Los hijos escuchan a sus padres, ponen atención a las respuestas que brindan sus padres cuando se ha formulado una interrogante; pero más que escuchar, los menores observan el comportamiento de sus progenitores. Sus mentes están abiertas y alertas a mirar cómo actúan en realidad, cómo se comportan, qué hacen en el día a día. Y esto tiene para ellos un mayor impacto que las palabras que expresan sus padres.
Si los padres desean tener influencia en sus hijos, si procuran buenos hábitos y comportamientos en sus hijos, deben comenzar por ser ante todo buenos ejemplos. Si, por ejemplo, quieren que sus hijos no griten, deben ellos no gritar; si piden a sus hijos ser responsables, deben ser ellos responsables; si desean que sus hijos sean ordenados, ellos también lo deben ser; si les quieren enseñar a sus hijos a no mentir, ellos deben siempre actuar con la verdad. El ejemplo es la mejor y más efectiva forma de enseñar a los hijos.
El ejemplo es la coherencia que debe tener todo padre entre lo que dice y lo que hace. Esa coherencia cuando es observada por los hijos queda grabada en las mentes y corazones de los menores, porque aprenden a mirar a sus padres como personas consistentes, íntegras, creíbles y sólidas. Esta perspectiva es adquirida por los hijos y actuará como un blindaje ante factores externos y como un estilo de vida, aprendido de manera natural en el hogar.
De acuerdo con Tania García, experta española en educación con respeto y asesora de familia, los padres deben ser ante todo modelos ante sus hijos porque los menores serán, de alguna manera, lo que han aprendido en sus familias.
Como se ha señalado, para que los hijos no griten, los padres no deben gritar; para que los hijos aprendan a apreciar la lectura, los padres deben ser buenos lectores; para que aprendan a tomar buenas decisiones, hay que integrarlos desde pequeños a las decisiones familiares; para que no sea violento, los padres deben erradicar todo tipo de violencia del hogar; para que el hijo confíe en sus padres, éstos deben aprender a confiar en sus hijos; para que el hijo no descalifique, insulte o agreda, los padres no lo deben hacer con él; para que el menor aprenda a ser afectivo y pueda expresarse emocionalmente con besos y abrazos, sin importar la edad los padres deben ser siempre afectivos y cariñosos con sus hijos; para que el niño no crezca con miedos, los padres no deben educar a los hijos con base en miedos y amenazas; para que los hijos no emitan juicios de valor hacia los demás, los padres no deben juzgar a sus hijos; para que el hijo no etiquete a otras personas, el padre no debe etiquetar a sus hijos; para que un hijo no sea sumiso y pasivo, los padres no lo deben criar bajo la sumisión y obediencia insensata; para que los hijos disfruten de la vida y sean felices, los padres deben disfrutar la vida con sus hijos y mostrarles que son felices con ellos, a pesar de las circunstancias y factores externos que puedan enfrentar.
El ejemplo de los padres es fundamental y muchas veces hasta determinante para los hijos. Ellos también toman sus propias decisiones y escogen sus propios caminos con relativa autonomía, pero no hay duda de que el aprendizaje obtenido en el hogar a través de lo que sus padres le enseñaron con el ejemplo se constituye en un factor de primer orden a la hora de que realizan esas elecciones y toman esas decisiones.
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